Les tengo que confesar algo. El mes de febrero es uno de mis favoritos. Quizás es porque además de que es el mes en que se celebra el amor y la amistad, es también mi cumpleaños, el de mi mamá, y el de tres de mis sobrinos. Como todos viven en Puerto Rico, y yo en Los Angeles, no hemos tenido mucha oportunidad para celebraciones juntos en familia los últimos treinta años. Pero las veces que lo hemos logrado han sido momentos alegres, llenos de risas, abrazos, rica comida y un sin fin de historias que mis padres compartían. ¡Esos momentos eran mis favoritos! Cuando mi papi contaba esas anéctodas de su niñez, mi niñez y la de mis hermanos, ¡la niñez de mami que no podía faltar! La de nuestras familias, aquella vez que hicimos ésto o aquello….
Esos cuentos que deleitaban a todos los nietos sobretodo si era alguna travesura que habíamos cometido mis hermanos y yo. ¡Ja ja! Todavía puedo escuchar a mi papi, a pesar de que ya no está con nosotros. Pero su amor por la familia, ese amor que nos inculcó a sentir y a demostrar desde pequeños a sus hijos, a sus nietos y biznietos, sigue ahí, para siempre.
El mes de febrero me recuerda ese amor que papi me enseñó a dar. Yo crecí en un hogar donde mis padres eran muy expresivos con sus demostraciones de cariño en frente de los niños. Un abrazo sin razón, un beso al entrar del trabajo o del mercado, un “te quiero” en medio de una conversación. Todo muy natural, espontáneo. Como un ritual. Parte de nuestra vida cotidiana.
Abrazos cálidos, mimos, decir “te quiero.” Espontáneo, íntimo e intencional. Nunca cuestionado. Y yo pensaba que era igual en todas los hogares.
Entonces conocí a mi esposo que es 100% de decendencia griega. Ambos, su papá y su mamá eran primera generación griega. Al igual que muchos familias Latinas que han emigrado a los Estados Unidos o que han nacido aquí, mis suegros y mi marido crecieron rodeados de la comunidad griega dónde todo giraba alrededor de preservar y proteger su cultura. Siempre los admiré por eso. Expresiones de cariño, sin embargo, no fueron tan definidas como con las que yo crecí. Oh, ellos se amaban y se respetaban inmensamente, pero abrazarse y besarse en público, ¡nada que ver! Creo que si los vi besarse un par de veces durante los años que estuvieron vivos, fue mucho. Mi esposo fué un buen novio, y yo sabía que me quería, pero él no era de cogerme las manos o de darme un beso delante de la gente. Les confieso nuevamente que no fué fácil acostumbrarme a su falta de espontaneidad. Me preocupaba que nuestros futuros hijos no tuvieran la experiencia de cosquillas, y besitos, mimos y abrazos, y las palabras “te quiero” de su papá.
El ir a visitar a mi familia y ser testigo de cómo expresábamos nuestro amor y cariño por familia y por amistades ayudó a mi esposo a ganar nueva perspectiva al respecto y hacer concesiones. De repente el concepto de un beso impulsivo o una caricia inesperada formaba parte de nuestra rutina diaria. Mi hijo tenia cuatro años y la nena dos cuando entré a la casa un día del supermercado y los encontré a los tres tirados en el piso, uno encima del otro, riéndose a carcajadas y mi esposo haciendo cosquillas y besándolos con ese amor, esas expresiones de amor con las cuales yo crecí, ese amor que aprendí de mi papá y les confieso que lloré de emoción.
El amor existe en todas las culturas y es expresado de una manera diferente alreadedor del mundo. Mientras que Latinos lo demuestran abiertamente, literalmente, los Asiáticos en China son más reservados y no se dan besos en público. En el Japón las caricias son más bien en el cuello y las manos, no en los labios. Los Italianos dicen “te amo” bastante a menudo y los Griegos y los Franceses son menos afectuosos. En la cultura Américana, los detalles pequeños son claves: un abrazo, el enlaze de manos y un gesto gentil e inesperado.
Como madre, era importante para mí que mis niños crecieran sientiéndose amados y apreciados. Incorporar aspectos de demostración de las tres culturas era primordial. Mimos y caricias de su lado puertorriqueño, respeto y harmonía de sus raíces griegas y palabras y gestos su lado américano y una devoción total que en mi parecer unía a las tres culturas. Estoy segura que mi papi apreció mi esfuerzo.
Realmente, no importa el cómo o el por qué, lo que vale es que cada cultura habla el idioma del amor. Algo importante para compartir con nuestros niños desde pequeños. ¡Siempre!
¿Cómo se expresaba el amor en tu casa? ¿Eres igual ahora con tus hijos? ¡Cuéntame!
Bai Bai,
Maritere
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